A solo dos años de Irma y María ¿Cómo nos encuentra la temporada ciclónica?


Por Lucero Mateo
Hoy, 1ro de junio, ha iniciado la temporada ciclónica 2019 y es un buen momento para recordar lo sucedido en 2017 tras el paso de los huracanes Irma y María, los cuales provocaron, según datos oficiales del Centro de Operaciones de Emergencia, el desplazamiento interno de más de 50,000 personas y la afectación de más de 10,000 viviendas.


Para esta temporada ciclónica 2019 nos encontramos con 1,050,717 viviendas que se encuentran en un lugar de riesgo, exponiendo así a las familias que viven en ellas. Con predicciones de unas 12 tormentas nombradas y 7 huracanes, de los cuales dos de categorías mayores según las predicciones, se vuelve importante seguir visibilizando la situación de vulnerabilidad que conocemos como país. Más que eso, podemos darnos cuenta de que la verdadera vulnerabilidad que tenemos como país, la que está al origen de los desastres es la desigualdad. Los desastres no son naturales pues la naturaleza no es la culpable de los daños, pérdidas y muertes ocasionadas por los fenómenos de origen natural: que haya un desastre o no dependerá de muchos factores que nada tienen que ver con la “naturaleza”. 

El hecho de ver los desastres como “naturales” o provocados por orden divino no nos permite hacer un análisis más profundo sobre la responsabilidad de los seres humanos, los gobiernos, la implementación de políticas públicas y marcos legales. Los desastres son ocasionados por las condiciones de vulnerabilidad en que viven las personas y la construcción social del riesgo. Las amenazas y/o fenómenos naturales combinados con las condiciones de vulnerabilidad (física, social, institucional, socioeconómica) frente al elemento humano son las que desencadenan los desastres: si un fenómeno natural impacta una zona o entorno donde no hay seres humanos no se consideraría un desastre. 
Como país somos recurrentemente impactados por fenómenos naturales, resultando afectados los mismos colectivos, grupos y territorios que se encuentran en condición de vulnerabilidad y que luego se tienen que enfrentar con que en momentos de emergencia sus derechos no son garantizados como deberían de manera diferenciada de acuerdo a cada población. Esto nos lleva a preguntarnos ¿es esto ocasionado por la naturaleza? ¿Cuáles son las causas estructurales? 

Para mejorar esta situación se requiere la implementación de medidas preventivas y de preparación, así como programas de recuperación a más largo plazo post-desastre: trabajar con un enfoque de derechos para la aplicación de políticas públicas y la restitución de derechos a los colectivos afectados. Se tienen que generar estrategias para el desarrollo sostenible, aprender del pasado e invertir en el presente para tener un mejor futuro.

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