Polluelos valientes.

Por: Jennifer Piñeiro
 Dar y correr velozmente directo a casa era la forma de mostrar valentía a inicio de los 90s. Manifestábamos gallardía detrás del hermano o hermana mayor y/o de alguno de nuestros padres. Éramos intocables mientras ellos estaban presentes, capaces de vencer al mundo, pero cuando no contábamos con ellos permanecíamos quietos, en palabras más llanas “No buscábamos chismes”, de “gallitos” pasábamos a mansos polluelos.
En la actualidad la gente vive al revés, lastima a los de casa y busca refugio fuera. Omitiendo la verdad explícita en un dicho popular “La sangre pesa más que el agua”. Familia es familia, a pesar de las cualidades que posean.
Lo mismo ocurre en el pueblo de Cristo, se nos olvida que no importa cuán decaídos estemos o las derrotas que hayamos obtenido fuera del Señor, solo necesitamos volver a casa, como la historia del hijo pródigo en el capítulo 15 del libro de Lucas. 
Un joven prefiere ir a la calle y gastar toda su herencia, la pasa muy mal pues no administró correctamente sus bienes. Se alimentaba de la comida de los cerdos y llegó a desear las migajas que caían de la mesa de los siervos cuando en su casa tenía manjares.
Se armó de valor, dejó el orgullo y la vergüenza detrás y avanzó hacia su casa. Su padre le recibió con brazos abiertos e hizo fiesta por su regreso. Ya en casa él estaba seguro, no podían acusarlo sin ver al frente a su padre defendiéndole.
Hoy el llamado es refugiarnos en nuestro Padre Celestial sin importar lo que hagamos hecho fuera de él, volvamos corriendo a casa que Dios se encargará de socorrernos. Como un gallo valiente cuida a los polluelos pequeños. Dios sí se ocupa de nosotros.

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